Alejandro es el único profesor
bilingüe de la comunidad. Vive ahí desde el 2012 y es quizá el profesor que
está en la última escuela del rincón olvidado de la región. Es descendiente de
la nación Shawi y tiene secundaria completa. Antes de llegar a la comunidad con su familia, vivía por
Yurimaguas como pescador y agricultor.
Cuando se enteró de la convocatoria del gobierno regional para ocupar plazas bilingües
para enseñar en sus comunidades de origen Shawi, no lo pensó dos veces. Se
presentó, pasó las evaluaciones de rigor y fue contratado. Ahora estudia en la
universidad Alas Peruana para sacar el título de Pedagogía.
Lo había conocido por pura coincidencia un día
cuando iba la Municipalidad de Papaplaya. Había bajado al distrito ayudar a sus
autoridades a gestionar materiales para su escuela y su comunidad. Estaba con
Wiler Saurin haciendo sus coordinaciones
de trabajo, cuando me vio nos presentó. Le dije que tenía planeado
viajar a la comunidad. Me miró cómo se mira a un extraño, porque era la primera
vez que me veía y estaba sorprendido por este foráneo que estaba interesado en
ir hasta la comunidad. Me dijo que él ya lo sabía y siguió siendo muy parco,
casi por compromiso decía “Sí” “ajá”. Después, ya más confiado, me habló si yo
venía constantemente a la Ugel, que si conocía a esos funcionarios, al parecer
quería que le llevara documentos importantes de su escuela. Me ofrecí
encantado. Le dije que el sería nuestro interprete, que nos enseñara lo que
sabe de la comunidad y su idioma, íbamos con la intención de aprender.
La escuela del profesor Alejandro es pequeña y está
hecha de palma y pona. Fue el quién puso el nombre de I.E. Kunpanamá N° 1136.
Kumpanamá significa el que enseña, el maestro de los maestros, el que crea y construye
sobre roca, es el líder que enseña. Nombre que él recogió de sus antepasados
que siempre le dijeron que había que guardar y grabar la sabiduría del pueblo
sobre la piedra, para que el tiempo no borre jamás de la mente y del corazón de
cada descendiente: la historia, la cultura y la sabiduría del pueblo.
Hay más de veinte estudiantes
en edades que van desde los siete años hasta los dieciséis años. Los más
grandes ya saben leer y escribir, también sumar, restar, multiplicar y dividir.
Las más pequeñas de la escuela recién están aprendiendo a garrar el lápiz, pero
saben cantar muy bien, nos deleitaron un canto sobre el maíz que es comido por
los piwichos, ruega que no se los coman.
Como habíamos decidido aprender
algo del idioma, el profesor nos había preparado una clase para conocer los
números del 1 al 10 en Shawi. Así por ejemplo uno en Shawi es a´nará,
dos es Katu, tres es Kara, cuatro Katawini, cinco es a´neterapu,
seis es sauta, siete es kanchise, ocho es pusa,
nueve es iskun y diez es chunka. Oraciones con acciones
cotidianas: Ta´ta shishi shanin que quiere decir “Mi papa siembre maíz”, I´ya pawara tiparini quiere decir
que
“Mi hermano mató una sachavaca” y I´yae´kusea ipii pa´ni, “Mi
primo José compra majas”. Si usted se ha dado cuenta, los últimos números
del idioma Shawi son tomados del quechua. Estamos probablemente ante un pueblo
trilingüe que va acoplando y desarrollando su cultura con el aporte de otros
idiomas como el Quechua, Shawi y el Español, porque saben contar en este idioma.
Un pueblo trilingüe que al paso
de los años ha acogido entre los suyos a madereros blancos de ajos azules y
mestizos venidos de otras tierras que se enamoraron de las hijas del apu, y
decidieron unirse al pueblo aceptando todas sus costumbres. Nos dimos cuenta en
el día en que llegamos al pueblo, ver a esos hombres de facciones blancas y
barbilla gringa marcando entre sus
brazos a niños también blanquiñosos y de ojos gatunos junto a sus esposas Shawis.
Como no aprender de ellos, una
experiencia única que se puede conocer y estudiar esta realidad, como la cultura dominante que se fue
imponiendo poco a poco en la época de los Incas, nuevos conceptos e ideas,
nuevas relaciones, que los
antropólogos llamarían proceso “aculturación”
y asimilación.
El maestro nos habló de la
costumbre del buen cazador. En la comunidad Shawi, según corrobora Wiler
Saurin, existe la tradición del hombre moso que atrape un picaflor, será un
hombre afortunado. El pueblo admirara su astucia y coraje, porque según ellos,
casi nadie puede atrapar un picaflor. Se requiere mucho talento, precisión y de
estratega para atraparlo, es el ave más veloz del mundo y una de las más
pequeñas del mundo. El día en que
aparezca un joven con un picaflor en sus manos, ese será un bendecido. Los
viejos que tengan hijas le ofrecerán para sus mujeres. Ellos mismo le llevaran
ante la familia del moso para que las tome y las despose, porque él es el mejor
cazador del mundo y no le faltará nada a su familia.