miércoles, 30 de abril de 2014

El pueblo Shawi y el último refugio de los clanes II


A las ocho de la mañana del martes, cuando el sol ya brilló por todos lados y el pueblo Shawi y sus autoridades estaban en la casa comunal, nos dieron la bienvenida de manera oficial con sus discursos de uno y otro que se atrevía hablar. Nuestra visita era largamente esperada por el pueblo, porque habían preparado arto masato, habían ido a casar animales de monte para el almuerzo y la cena. Nos anunciaron que nuestro desayuno sería un sancochado de Sachavaca con sal de piedra. El maestro Alejandro Cahuasa, me anticipó entonces que veríamos la costumbre de comer del pueblo cuando tiene invitados y la forma en cómo se comportan los hombres y mujeres, niños y ancianos. Fue así, minutos después trajeron las hojas de plátano y bijao, las tendieron en el suelo en dos partes. Sacaron unas ollas con yucas y las vaciaron sobre las hojas, después la olla con carne de Sachavaca con presas grandes de un kilo a más para cada uno, ají hecho con el caldo de la carne sancochada. Una bandeja de cerámica con su presa puesta en ella, su plato de ají y yucas a parte para el apu Mayor, el venerable anciano. Después todos  fuimos invitados acuclillarse y a comer de las porciones del  suelo, los hombres aquí y las mujeres allá, el banquete estaba servido, a comer con la mano. Todos comían por igual. Cuando vi a mis estudiantes y a la maestra Eva que me acompañaba en esta aventura, estaban más que felices, porque el día anterior había viajado todo el día y habíamos comido poco, había mucha hambre pero dodos había disimulado bien hasta ese momento.
Eso el pueblo Shawi, uno de los tres grupos o pueblos originarios reconocidos en la Región San Martín, de quienes se conoce muy poco y se habla mucho. Junto a los Quechuas-Lamistas con más de cincuenta comunidades desparramados en toda la región, los Awuajun asentados sólidamente en el alto Mayo y los Shawis en el bajo Huallaga. Son las comunidades nativas del que la región se siente orgullosa de tenerlos, habla de ellas y los presenta como pueblos exóticos para la fotografía y para la aventura turística. Son parte de ese inmenso territorio llamada Amazonía que comprende los territorios de Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Guyana, Venezuela y Zurinan. Son esos  habitantes de la Amazonía-más de un “millón y medio” de habitantes- considerados a veces personas de segunda clase porque casi siempre permanecen en el olvido, solo se acuerdan cuando habrá explotación de los recursos que poseen sus tierras y bosques.
Hablar del pueblo Shawi es hablar también de un pueblo que pertenece a esos “400  pueblos o familias etnolingüísticas que hay en toda la cuenca amazónica y sus afluentes” que luchan por sobrevivir y no desaparecer como los islotes de tierra cuando arremete la creciente de los ríos. Son parte sobreviviente  de esa lamentable y  terrible genocidio y etnocidio de quinientos años, hablando claro desde la época precolombina  y  la “conquista de los Españoles”, aunque todos los males del Perú se suele achacarlos a ellos. Se calcula desde entonces que han desaparecido ya más de 1600 pueblos o naciones, en una Amazonía que estuvo poblada por más de 7 millones de habitantes indígenas de 2000 pueblos o naciones”. Se culpa al pasado, a los hombres de empresas explotadoras del hombre por el hombre, a las epidemias, pero  ¿Qué hay de la República de nuestros días con toda su modernidad y sus riquezas y derechos humanos para ayudarlos a no desaparecer? 
Saber que existe más de 12 comunidades Shawis en nuestra región resulta insólito, al menos para quién escribe esto, la existencia como pueblo parecía más por error de pertenencia a la región que por un asunto de vital importancia para la cultura de la región y del país. La mayoría de estos pueblos anteponen al nombre la palabra Nuevo: “Nueva Alianza, Nuevo Pijuayal, Nuevo Pisana, Nuevo Nauta, Nuevo San Martin, Nuevo Tocache, Nueva Angaisa, Nuevo Santa Rosa de Alto Chambira,  y los otros nombres de Santos Cristianos como San José, Santa Rosa, San Manuel, San Francisco de Pampayacu y Charapillo, casi todos asentados en la jurisdicción del Pongo del Caynarachi.  La sola lectura de los nombres de los pueblos  Shawis, evidencia que los clanes o familias están en expansión y que todo está por hacerse. La fuerte influencia de la inmigración andina y la influencia religiosa Cristiana Católica, están replanteando su nueva concepción del mundo, asimilando nuevas costumbres, puede que se enriquezcan o sufran una alienación que puede terminar por desaparecer su originalidad como pueblo amazónico.
Cada pueblo es una clan familiar al estilo patriarcal, así por ejemplo: en la comunidad de Charapillo están los Mosquedas, en San José están los Tangoas, en el Alto Chambira están los Marichis, en Santa Rosa y San Manuel están los Chanchari y los Napo. Todos buscando mantener una identidad, un idioma, una visión del mundo propio, resistiendo a los embates de la inmigración desordenada y aplastante.
Por lo general, se dice que las comunidades o pueblos originarios que sobrevivieron a la extinción cultural como raza y cultura, fue gracias a sus conocimientos ancestrales milenarios sobre la naturaleza y el mundo que los rodea. Su práctica y cultura de previsión como filosofía de sobrevivencia cotidiana permitieron a adaptarse a los diferentes cambios de estado de la tierra y de las sociedades en todas las épocas de la historia humana, y esto es probablemente lo que esté sucediendo hoy en la nación Shawi.

En estos tiempos en que la economía global  extractivista y salvaje basada en la sola explotación de los recursos- según Roger Runrrill- pone a las comunidades indígenas amazónicas hoy más que nunca en una grave crisis de subsistencia. Los territorios amazónicos, que incluye a nuestra región, son ricos en gas, petróleo y madera, bordean 90%  de la explotación y riqueza que produce para el país, sin contar el oro aluvial de los ríos y los nuevos sembríos industriales de grandes proporciones que van en franco crecimiento. Explotar la riqueza de sus tierras en desmedro de los indígenas y su desaparición, sería un genocidio y un etnocidio, dejar que esos recursos se mantengan ahí como mendigos sentados sobre un banco de oro, tampoco es viable. Se quiere un aprovechamiento sostenible de los recursos con una mirada humanista, sostenible,  inclusivo, responsable y respetuoso de los pueblos originarios.