Bernardino
y la historia de un paseo a los cerros
de cristal
“Deberías de caminar
con zapatos Bernardino, la tierra es dura. Te duelen los pies ¿sientes las
hojas secas que crujen? El sereno helado de las hierbas del camino que mojan
las canillas, los pies. Si regresas al cuarto, ya no la alcanzarás, María
Isabel. Estarás en el puerto de palos esperándome, mirando a que aparezca en el
camino…Me verás llegar a tu lado y me darás la mano para levantarte y
correremos por la orilla del río hacia la muyuna y a los cerros de cristal
salitre, trataremos de entrar a esa ciudad que hemos visto y entrado con
nuestra imaginación. Pero yo querré mirar tus ojos hermosos color café, tu
sonrisa dulce y serena de niña bonita. Cuando lo haga, me reclamarás el por qué
de mi tardanza, te diré que me había quedado dormido hasta muy de madrugada pensando
en ti, mirando el cielo lleno de estrellas, contemplando la bórea cósmica,
pensando en el barco fantasma saliendo de la muyuna, con su ruido fónico de
corneta colonial y su música eterna, cruzando de largo por el puerto.
El sol ha
salido sobre la cumbre boscosa, a penas se ve detrás de los árboles brillando
desde lo alto de los cerros, mi piel debería sentir que quema. Hoy debería acariciar
tu cara bonita, hoy debería hablarte de las cosas lindas que se ven en es este
lugar de la selva: hablarte por ejemplo de las flores prehistóricas que
devuelven la belleza perdida, de los pájaros místicos que extasían y enloquecen
a los urbanos, de las mariposas gigantes
con su arcoíris en las alas que emanan dulces olores, de los arboles que
guardan secretos de vida eterna, de las aguas verdes y cristalinas que hacen
renacer a la juventud de quienes se bañan, de los ríos metálicos y sus serpientes doradas y de los
misterios que esconden los hombres
vestidos como en el paraíso.
¿Estarás ya en el puerto esperándome? No veo
el puerto aún, me falta recorrer esta larga curva, y el camino es angosto, la
tierra dura y filuda que lastima mis pies. Tienes que conocer estas cosas María
Isabel, para que el mundo sepa que tú y yo vivimos en el lugar donde las cosas
todavía no tienen nombre y dónde todo está por hacerse. Y el calor en la selva
es sofocante, soporífera, por que hasta los sueños sudan cuando duermes.
El sudor me
resbala por la cien cuando camino. Espera, que hay aquí, algo se ha arrastrado
por las hojas, lo sentí. Debe ser una Shushupe, a esa que los damos un
machetazo en el lomo y rebota y no muere, solo mueren si las das un varazo con
varita fina. Parece que este fue un Jergón,
se perdió entre las hojas, se fue.
Se oyen los
gritos de los monos, de los paucares, de los manacaracos, recién acaba de
amanecer. Cuando cantan los manacaracos al amanecer es por que va llover. Hoy
parece que va a llover, no sabemos a que hora, aquí siempre llueve mucho. Así
cantan aquí todos los pájaros, según la hora del día. Aquí el paraíso original existe
María Isabel. Todo es verde, todo es color, todo es sonido, todo es vida, no
hay aquí mal, es una tierra sin mal todavía.
Ya veo el
rio, ya estoy cerca del puerto María Isabel. Corro. Las ramas de los arboles me
chicotean en la cara y en los ojos, no importa, debo verte, a si hemos quedado, y no he dormido pensando
en verte hoy. Veo el puerto y no te veo, debes estar en el algún lugar. Cuando
llego a al puerto, subo a la rampa, te busco en los botes que flotan y tu no
estás en la casa de espera, ni entre los hombres que levantan pesadas cajas de
huevos, sacos de arroz, sacos de maíz, no estas en ninguna parte. He llegado tarde
María Isabel, la culpa la tengo yo por quedarme hasta el amanecer pensando en
ti. Ahí están los tambos, los votes, varios hombres y tu no estas. ¿Llegue
tarde María Isabel? Te fuiste, madrugaste, tus tíos te llevaron temprano, no
les agradaba que te juntaras conmigo, aunque al principio por curiosidad
turística y tomarse fotos, me querían a su lado. Pero tú querías conocer el
árbol de la Lupuna, el árbol encantado donde aparecen los espíritus de los
bosques, querías que te enseñara donde está el río de los Yacuruna, el lago de
las sirenas y las minas de sal donde está
el cuerpo incorrupto de soldado Español aventurero de estas aguas. Todo eso
debía enseñarte hoy. Nunca voy olvidar tu lindo rostro como la orquídea rosada.
Me lavare la cara y me sentaré aquí para pensar en que ya no te veré jamás. El
agua del río está turbia y muy helada, es inmenso, algún día aparecerá otra
María Isabel. El sol debía quemarme la piel, el agua debería mojarme la piel y
mis cabellos. Por que pues…una mano.”
“Una mano
tibia tocaba mi boca y me despertó. Me dijo:
-Ummm duermes
hasta muy tarde jovencito.
-María
Isabel…pensé que ya te habías ido. Soñaba que te habías ido.
-Al
contrario, he venido a decirte que me quedo hasta el domingo y vas llevarme a conocer esos
lugares del que me has hablado tanto.