Sofía
“Cuando te vi, tus ojos parpadearon al
verme. Lo noté claramente, tu mirabas a un lado para disimular que no me vías, pensabas
seguro que no te había visto que me mirabas, y cuando volviste a mirarme, yo te
estaba mirando, te encontraste con mis ojos. Te pusiste nervioso, pusiste una
cara de tomate. Sonreíste, me dijiste, hola, hola te respondí y entraste a tu
salón con las manos en el bolsillo del pantalón, estabas visiblemente nervioso
y sorprendido. Pero yo no puedo dejar de pensar en tu rostro con esos lentes de
marcos negros, te quedan bien, reafirman
ese aire inteligente y guapo que eres. Me gustan tus ojos negros, esas cejas
finas, esa cara jovial, esa cara de papacito. Pero me gusta más ese niño tranquilo, inteligente,
tierno y a veces serio. Eso me gusta de ti, esa seriedad de hombre maduro y
niño tierno a la vez. Te he estado observado siempre desde la primera vez que
te vi. Hay si supieras que suspiro cada vez que te veo y cada vez que pienso en
ti, mi corazón se acelera, mi cuerpo se hace no se qué, me ruborizo. No puedo
dejar de pensar en ti desde la primera vez que te vi caminando por el patio con
el flaco Juancho.” Suspiras, sonríes, miras al profesor que se acerca a ti y
pone el examen sobre la mesa. Lo miras sin leer, pones tu nombre en esas líneas
punteadas, grado y sección: 4 “A”. Tú
vuelves a mirar hacia la puerta, el sol de la tarde golpea sobre las paredes de
ladrillo arenisco de las aulas y el calor soporífico se vuelve pesado. “Entré a tu salón por quería verte. Fui con
el pretexto de ver a mi amiga Margot, tu compañera. Y ahí estabas tú, impecable
como siempre, con el uniforme blanco y gris, bien planchado y los zapatos bien
lustrados. Estabas sentado en la carpeta, comiendo un helado junto a Piero, pensando
en algo con la mirada fija en la puerta.
Te sorprendí otra vez, volteaste esa cara blanquiñosa para darme la
espalda. Buscaste algo en el cajón de la mesa. La verdad es que no supiste que
hacer mi baby. Margot me picó la
barriga con un dedo diciéndome, ahí está, no te aloques hermanita. Tranquila
niña, tranquila loquita. No te lances. Ni la tientes amiga, vayas a ser perder
la vocación al futuro cura, será un curita divino. Yo me reí mirándote, te
sentabas sin saber que hacer, te diste cuenta que te miraba y hablaba de ti. Te
pusiste de pie, caminaste despacio por mi lado, disimulando tu timidez y luego al llegar a la puerta, aceleraste el paso y
saliste del salón. Estabas colorado mi baby,
no sabía que tú eras tan tímido.” Recorres con
la mirada de izquierda a derecha la pizarra mal borrada, las letras de tiza se
ven en colores azules, rojos y blancos, lees: examen de CTA, fecha 23/03/2008. Suspiras
pensando. La cara del joven profesor mirando seriamente a todos. “No sé por qué
tus ojos cuando me miran me ponen nerviosa, pareciera que me tocaras con la
mirada, un no se qué se apodera de mi, debe ser por que miras tiernamente o
será por que tienes una linda sonrisa o por que eres un muchacho atractivo, decente,
caballero, de esos que hay pocos, es decir, de esos tipos que se encuentran uno
entre quinientos. También a mis compañeras las vuelves locas. Si, las vuelves
locas, todo el mundo escribe tu nombre en los cuadernos, eres hermoso, churrísimo,
tú eres el amor platónico de muchas, un
imposible para ellas, pero quien sabe. Si, eso piensan de ti.” Miras esa hoja
manchada con tinta negra a los costados, tu nombre escrito en caligrafía
garabata, miras también el piso de cemento, un papel de cuaderno arrugado junto
a tus zapatos, lo pisas arrastrándolo hacia la silla haciendo un ruido tosco. Escuchas
un susurro de voces detrás, preguntando las respuestas. Levantas la mirada
hacia la ventana. El profesor ha estado observándote. “Eres hermoso, simpático,
dicen que tu vas hacer curita, dicen esas malas lenguas…eres alegre, serio en tus
cosas, estás como se quiere. Aunque se mueran de envidia mis compañeras. Te has
fijado en mí. ¡Qué alegría! ¡Qué emoción! Solo en ti nada más en ti, he sentido
estas cosas en mi ser que no se explicar. Es más que sentir volar mariposas en
el estomago, es mas que oler el perfume de las rosas en un jardín, es como
sentir que vives feliz por instantes eternos.” El profesor parado frente a la
pizarra con los brazos cruzados. Luego los baja y los pone detrás de la espalda, en posición de descanso.
Cambia de mirada y se pone andar por el centro del aula. Te has dado cuenta: los
ojos del profesor, mirando tu fila, observándote
otra vez. Vuelve otra vez al lugar donde estuvo parado y desde ahí quiere verlo
todo, taconeando los zapatos alargados y marrones, esos que tienen forma de pico
de pato. Tomas la hoja del examen con la mano izquierda y te ventilas la cara,
luego sonríes cuando vuelve a mirar tu fila,
bajas la hoja del examen a la mesa. Lees la primera pregunta, intuyes la
respuesta, escribes con letra corrida: las aterías del corazón son… Luego
detienes el lapicero y tintineas sobre el papel. Esa cara, esa mirada aparecen frente a ti,
clara, tierna. “Eres como caído del cielo.
Eres un amor Mario. Te amaré con toda mi alma, solo si tú me amas de verdad,
por que mi corazón tiene varios rotos, no quiere otra herida más. Esperaré a
que te acerques a mi y me lo digas mirándome: “Sofía…yo…tu sabes que tu me
gustas, estoy enamorado de ti.” ¿Así?, estás loco, ¿de verdad? No seas
mentiroso. No es cierto. Tú tienes tu enamorada, yo te vi. Es más bonita que
yo. “No, de verdad, no tengo enamorada. Tú eres la única que me gusta.” Yo no sabré que decirte, te diré que estás
bien loco, te diré que otro día conversamos…o mejor te miraré a los ojos y tu
tomarás mi cara...tu y yo solos mirándonos los ojos, acariciándonos nuestros
rostros”. Oyes la voz del profesor indicando que las preguntas corresponden al
tema que han expuesto y de aquello que han investigado cada uno, no es otra
cosa que no se haya estudiado. Se pasea desde la puerta hasta el centro de la
pizarra, pensando. Lees,…indica las partes principales del sistema
circulatorio…y ves el dibujo en blanco y negro…un cuerpo despellejado para
indicar las arterias. No sé nada profe, escribes, no me acuerdo. Lees la pregunta
siguiente, suspiras otra vez cuando levantas la mirada sobre sus cabezas para
verlos a todos. Celene levanta los ojos dormilones, piensa en un instante, luego
se inclina acordándose de algo y escribe
apresurada. Los tres últimos alumnos que están contra la pared, miran sin hacer
nada, abren la boca de pereza, lagrimean los ojos, tienen sueño, no saben nada.
Tintineas otra vez el lapicero sobre la mesa.
Sigues pensando en él. Dibujas un cuadro al dorso de la hoja, luego un
corazón, le pones alas, escribe tu nombre y xxxxx. Vuelves a mirar la ventana,
la puerta, el sol que brilla en lo alto de la cumbre boscosa, el patio que
tiembla como fuego abrazador. El profesor se ha sentado en su pupitre. “Tú saliste.
Conversé con Margot sobre ti, le pregunté que hacías, que si tenias enamorada, y
me dijo que no. Que ella sepa no, no te habían visto con nadie, de que se
morían por ti, habían muchas. Me dijo que tenías unas amigas que se acercan a
ti y que son muy confianzudas: Te abrazan, te roban besos, son unas regaladas,
fáciles. Dicen que te pones un poco colorado. Te molestan de curita. Eso me
dice Margot. Hay como te molestan con eso, “vamos a tentarle al curita”, se
entregan de brazos abiertos, se sientan sobre tus piernas, y tú, el muy amable
te levantas y los abrazas y te escusas y sales a la biblioteca o hacer
cualquier otra cosa para zafarte de su acoso…. Me acercaré a la hora de salida.
Te diré hola. “Hola”. Eres Mario ¿Verdad? “Si”. Soy Sofía, quería saludarte.
“Ah gracias, un gusto saludarte”. Chao. “Chao”. “¿Te vas así de pronto?” Si,
claro. “Espera, vamos juntos, ¿Vas por ahí?”. Si. “Te acompaño si quieres.” Ah
gracias. “¿Cómo sabes mi nombre”. Ah es un secreto. “Okey, no me lo digas si no
quieres. ¿Y tu enamorado? ”. ¿Quién? “El gordo Nacho Reátegui”. Ah ese gordo,
no me hagas acordar, ya no es mi nada. “¿Nada?” Si nada. Fue puro vacilón pues.
“Ah puro vacilón, a ti te gusta mucho vacilarte por lo que veo.” Claro, la vida
hay que disfrutarla, hay que gozarla, hay que vivirla ¿no?… “Claro, por su
puesto”. Si, hay que disfrutar de la vida. “Ahh
si claro, hay que vivir la vida”. ¿Y tú vas a ser curita? “¡Ah, eso, me
molestan por que ando con curas y monjitas, pero no, no voy a ser cura.” Menos
mal, por que serias un desperdicio de hombre, lo que nos perderíamos nosotras.
Jajajaja. Te reirías a lo mejor.” Sonríes y suspiras profundo. “Piensas
tonterías Sofía”-te dices. El profesor regaña a Judith por estar con el libro abierto
y copiar las respuestas. Prefiere un once honrado que un veinte robado. Se
siente molesto, le ha quitado el examen. Tú te vuelves hacia esa voz gruesa e intimidante.
Lo vez eufórico, saca un lapicero rojo del bolsillo de la camisa rayada y lo
pone cinco y debajo “por plagiar”. Judith se levanta sin decir nada. No quiere
oír al profesor y hace una mueca de burla. Hay un silencio total. Sale del
salón y grita como una loca. Tú piensas. “¿Si mañana pasara por tu casa? Claro,
nos encontramos en la esquina del jirón independencia, iremos juntos al cole. Hola. “Hola Sofí”. ¿Cómo estás? Bien ¿y tu? “Bien, estoy muy
bien”. Te quedan muy bien esos lentes. “Ah gracias, tu eres muy bonita, eres
una princesa solitaria, eres muy simpática, te pareces mucho Selena Gómez, pero
¿por que tienes los ojos tristes?” Anoche me desvelé un poco estudiando. “¿Así?
¿Te gustaría estudiar conmigo?” Sería genial estudiar contigo. Asolas nos
veríamos. Irías a mi casa, mi madre jodida, te sorprendería con su cara de ocho,
gorda y despeinada. Yo no soy así, soy todo lo contrario, me gusta divertirme.
“¿Ella es tu vieja?”. Si desde que se pelearon por los cuernos que lo puso mi
padre, ella se ha puesto así, una vieja amargada y cascarrabias. Claro, como no
va estar así, si la ha cambiado por una chibola casi de mi edad. Eso a
cualquiera la deprime. A veces me tiene cólera, dice que por mi culpa se ha
vuelto vieja y que por eso ya nadie la quiere. No me habla días enteros a
veces. Como si yo tuviera la culpa de todo. Si tú supieras mi vida, es un
infierno, a veces no hay ni para comer. A mi padre no le alcanza para la pensión,
no tiene trabajo fijo. “¿No se molestará cuando salga contigo?” No, le da igual,
o quizá prefiera que me case de una vez. Subirás a mi cuarto. Te haré sentar en
mi cama y tu me abrazarás, tú y yo…” Loca
que piensas.
-Quince minutos y me entregan los
exámenes-dice el profesor. Sigue observándote. Se acerca a ti, mira tu examen,
menea la cabeza, no has hecho nada. Tú sonríes al profesor, a ese que te cae
chévere, por que es simpático, recto y joven. Recorre el salón con sus pasos
largos, siempre taconeando los zapatos. Oyes hablar fuerte regañando a
Fernando, ¡mira tú examen hombre…! ”Cuando no el gemelo siempre plagiando.
Siempre plagian estos dañados. ” ¡O te me vas afuera ¡ En voz baja, dices ´´bótalos
profe, ya te plagiaron. Manuelito te oye. “¿Sabes la cinco?” “No, estudia
ocioso.” “Ahh, así eres, esta bien...sobrada…ya te jodiste…después no me pidas
favorcitos.” Mueve la cabeza con una sonrisa cachacienta. Lo ves, su pelo
grasiento y la cara de bebe travieso. Te vuelves despacio mirando el piso, la
hoja vacía del examen, luego ves acercarse el profesor.
-Qué pasa ahí, silencio- habla el
profesor. –Si ya ha terminado señorita, entregue de una vez y salgan a fuera.
-Nada profe. Tranquilo, no te molestes,
soy honesta- Arrimas la cabeza, contra la pared, pensando. Ahora no te importará
el examen. Escribes: no sé, no sé en las demás preguntas. “Tú tienes enamorada,
un muchacho como tú, chicas bonitas no te deben faltar. Pero como dicen por
ahí, en la guerra y en el amor, vale todo…” “Dicen que eres un poco tímido. Me
gustan los tímidos, por que son los hombres más sinceros y puros. ¿De verdad
eres tímido? Dicen muy poco, no florean,
solo saben amar. “Bueno, no sé, creo que un poco, me pongo tímido frente a las
chicas bonitas como tu. Las chicas como tú me ponen nervioso, como a cualquiera
¿no?” Si se nota. Y te sonrojarás. Te pondrás colorado. Esconderás las manos en
el bolsillo del pantalón, andarás enjuto y tratarás de parecerme bacán. Pero tú
no eres así. Eres distinto. Tú andar lo dice todo, caminas seguro, mirando de
frente. ¿Sabes matemáticas? “Si, un poco, me defiendo. Me gusta más historia y
literatura, también arte.” A mi matemática y también historia “¿De verdad?”. ¿Podemos estudiar juntos?
“Claro”. ¿De verdad? “Si, será un placer hacer las tareas contigo, ambos aprenderemos
si nos enseñamos mutuamente.”
Vez la pizarra verde y otra ves la cara
del profesor mirando con sus ojos negros y profundos en silencio, atentos hacia
los movimiento extraños debajo de las mesas. Tu sabes que hace rato se plagiaron
el examen, no se ha dado cuenta. Tú nada, te dices. Entonces ves levantarse a
Deyvi, Arnol, después a Mañuco, con el examen resuelto en la mano. Entregan al
profesor y salen. A fuera oyes unos gritos locos de contentos de haber logrado la
hazaña: haberse zafado de la vigilancia del profesor. “Sacaron veinte estos
idiotas, qué importa, la próxima estudiaré.”
“¿De verdad? Voy a tu casa mañana si
quieres.” No, mejor yo voy a tu casa. Tú debes saber que mi madre es una jodida.
Te vas asustar cuando la veas. No lo tomes a mal…es como…nada.” Así te diré, a
si te voy a querer tontito. Te veré en la hora de la salida, espero que me
mires. Me gusta que me mires. Creo que estoy perdidamente enamorada de ti
Mario.” Suspiras otra vez, te levantas sonriendo, caminas de frente y entregas
el examen al profesor. Lo ojea, te mira y tú le das espalda.
-Excelentes respuestas…señorita.
-No te burles profe. Ya arreglamos
después.
Morales, Marzo del 2011